Herramientas para sobrevivir a un entorno hostil

Llegando al final del programa podemos asumir que ya tenemos ciertos conocimientos sobre lo que es y lo que no es una alimentación saludable. Sin embargo, nuestra sociedad y su increíble capacidad de comunicación a través de los medios digitales nos pone ante un nuevo reto: hacer frente a la ingente cantidad de información que recibimos sobre nutrición. A diario somos bombardeados con artículos y noticias que nos “informan” sobre distintas “dietas” o propiedades de alimentos, pero ¿qué hay de cierto en todo esto? Hoy terminaremos reformulando la palabra dieta a través de una actitud crítica frente a dichos mensajes.

Dietas ¿milagro?: fracaso asegurado

Ya sabemos que la dieta es algo personal y que consiste en el conjunto de alimentos que cada uno de nosotros incluimos en nuestras ingestas diarias. Sin embargo, cada comienzo de año y cuando se empieza a acercar la fecha estival, aparecen una serie de patrones restrictivos que prometen grandes resultados en poco tiempo. Las llamadas “dietas mágicas” que circulan entre la población aseguran poder conseguir reducir el peso corporal de forma sencilla y drástica. Se basan en excluir ciertos grupos de alimentos y nutrientes o bien, combinarlos de maneras muy concretas, sin embargo, carecen de fundamentación científica. Los resultados que consiguen en la reducción de masa corporal se basan únicamente en la restricción que exigen y muchas veces a costa de una pérdida de agua y tejido muscular. Son patrones dietéticos muy estrictos y nocivos porque son totalmente deficitarios en nutrientes y pueden provocar consecuencias graves para nuestra salud. Físicamente pueden causar alteraciones dermatológicas, caída del cabello, náuseas, vómitos, alteraciones en la motilidad intestinal, intolerancia al frío, insomnio, hipotensión e incluso, arritmias. Pero además suponen un grave daño para nuestra salud mental ya que generan estrés, irritabilidad, ansiedad, depresión, distorsión de nuestra imagen corporal y pensamientos obsesivos que pueden derivar en trastornos de la conducta alimentaria. Las restricciones alimentarias no son sostenibles a largo plazo y la consecuencia directa que provocan a corto plazo son los atracones, es decir, la ingesta descontrolada y rápida de cantidades bastante elevadas de los alimentos incluidos en esas listas prohibitivas. Esto no es ninguna respuesta anormal, al contrario, es la consecuencia fisiológica y psicológica esperable en cualquier organismo que ha estado sometido a un periodo de restricción alimentaria. Las “dietas”, por lo tanto, no son saludables y finalmente van a provocar el efecto contrario al que la gente busca inicialmente: subir de peso y generar adaptaciones metabólicas que dificulten aún más la pérdida de grasa corporal.

Por otro lado, también es frecuente encontrar “dietas mágicas” que prometen “detoxificar” el organismo o que incluso se promocionan como curativas para cierto tipo de patologías. Aquí debe primar el sentido común, pero sobre todo la evidencia científica. Para la eliminación de las sustancias de desecho, disponemos de sistemas y órganos que cumplen dicha función como son los riñones, el hígado o los pulmones, mientras que los tratamientos dietéticos con potencial terapéutico tienen un respaldo científico y no se basan en especulaciones propagandísticas. Es cierto que la alimentación es una potente herramienta que ayuda a modular tanto procesos metabólicos como orgánicos, pero no es el único factor que interviene. Y, además, recordemos que cualquier estrategia dietética dirigida a mejorar una patología debería estar supervisada por un profesional con competencias para ello.

Por lo tanto, no debemos depositar sobre la alimentación toda la responsabilidad de nuestra salud. En nutrición no existen las soluciones milagro y por ello, debemos huir de cualquier pauta que no se adapte a la persona. Protejámonos nosotros y protejamos a las personas más vulnerables evitando sucumbir a esta dañina cultura centrada en el peso y las “dietas”.

Los “superalimentos” al rescate: moderemos las expectativas

Guiados por una tendencia similar a la de estas “dietas”, hoy en día nos encontramos nuevos alimentos que se promocionan en el mercado bajo la etiqueta de “superalimentos” como las semillas de chía, la quinoa o las bayas de Goji. Son alimentos saludables que se caracterizan normalmente por ser productos vegetales, de orígenes exóticos y de precio bastante elevado. Sus propiedades beneficiosas se asocian a una mayor concentración de nutrientes o la presencia de ciertos compuestos bioactivos. Sin embargo, su nombre nos puede llevar a sobreestimar sus cualidades ya que la mayoría de sustancias que contienen o los efectos especiales que se le atribuyen pueden ser también aportados por otros alimentos no clasificados bajo esa denominación. Por tanto, se trata más de una estrategia con fines publicitarios y su aporte nutritivo sólo podría ser tenido en cuenta si se incluyen en el contexto de una dieta saludable.

Más no siempre es mejor: complementos alimenticios

Yendo más allá, también encontramos otros productos alimenticios que contienen nutrientes o sustancias concentradas y dosificadas en distintas formas como cápsulas o comprimidos. Usualmente se venden en establecimientos especializados y herbolarios, aunque también es frecuente encontrarlos en farmacias y supermercados. La gama de complementos alimenticios que se ofrece es amplísima, pero no todos estos productos tienen el mismo respaldo científico. Todos los que se comercializan a través de canales autorizados han sido evaluados y se ajustan a las directrices proporcionadas por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, sin embargo, esta misma organización afirma que personas sanas con una dieta saludable no requieren el consumo de complementos alimenticios. Y de igual manera, los alimentos fortificados a los cuales se les ha añadido algún nutriente son, por norma general, innecesarios en el contexto de una dieta saludable. De hecho, como ya adelantábamos hace unas semanas, superar los requerimientos nutricionales no solo no es beneficioso, sino que puede suponer un riesgo para la salud si se alcanzan los niveles máximos tolerables. Esto es prácticamente imposible a través de la dieta, pero sí es frecuente que suceda por la toma de suplementos sin supervisión profesional. Por ello, cuando por un aumento de los requerimientos o por deficiencias se necesite o se considere beneficioso complementar una dieta saludable con estos productos, se deberá recurrir al asesoramiento de un profesional de la nutrición que pueda realizar una correcta valoración y seguimiento de nuestro caso particular.

Hacia una nutrición totalmente personalizada: genómica nutricional

El desarrollo de las ciencias promete un futuro en el que la nutrición pueda ser totalmente adaptada a las necesidades que tiene cada individuo. La genómica nutricional va más allá de las estimaciones para los distintos grupos poblacionales y pretende, estudiando el código genético de cada persona, asesorar respecto a cuál es el patrón dietético más adecuado para el mantenimiento de su salud y la prevención de enfermedades. Esta nueva ciencia tiene una doble vertiente de estudio. La nutrigenómica persigue el objetivo de comprender cómo los distintos componentes de la dieta afectan a nuestra secuencia genómica, y de forma inversa, la nutrigenética tiene la finalidad de comprender cómo nuestro propio código genético responde diferencialmente a los elementos de nuestra alimentación. No cabe duda de que la nutrición de precisión es un campo de estudio prometedor, pero aún tendremos que esperar para poder valorar su viabilidad de aplicación a nivel poblacional.

 

Marta Pascual Laguna

Dietista-nutricionista (Col. MAD00474)